miércoles, 12 de diciembre de 2012

Estoy inmóvil

En estos momentos necesito el abrazo de mi mamá, de seguro ella menguaría todo este sentimiento contradictorio que está embargando a mi corazón ahora. No sé qué es lo que me pasa, desde que leí algo no he parado de llorar; el cielo me está aplastando a borbotones y siento como me atraviesa una nube áspera. Se detiene mi corazón de vez en cuando y pienso ¿ por qué volvió a moverse?. No hay momento del día que no recuerde que la tranca está ahí, de frente, queriendo arrastrarme y raspillar mi piel contra el cemento caliente. El dolor en el esternón se hace inocuo de tanto sentirlo, me tortura saber que duele y no gritar para no causar espanto. Siento los brazos atados, las piernas aplastadas y el peso de un camión sobre la espalda. Los pies me hormiguean los tobillos, las costillas se han vuelto un simple papel inventado para una obra de teatro a la que no alcancé a llegar. El aire se vuelve denso, es como una espuma que me aprieta las fosas nasales y las extrangula. Arden mis orejas, arden mis raíces. El que sepa cómo llegué a este estado que me lo diga, que me lo grite para reventar mis tímpanos. Esa rabia contenida, ese amor contenido, esas ganas de llenar de notas musicales el mundo y de limar toda aspereza de nuestras vidas no hace más que colmar en mí la paciencia. Mis dedos son los únicos que me obedecen y siguen las ideas que brotan de alguna parte del seso. Las falanges se doblan ante la impetuosa búsqueda de la paz, de la tranquilidad, pero que, finalmente, no llega a ninguna parte. 
¿Qué me está pasando, Señor? ¿ Qué quieres de mí?



p.d: Ayúdame, porfavor, ayúdame.

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