jueves, 28 de mayo de 2020

7 meses

Hace casi un año que no me dedicaba a escribir algo consciente - e inconcsientemente-, es que se me secaron las ideas y se deshicieron las madejas que la cabeza no dejaba desenredar hace mucho tiempo.
Aquí estoy hoy, muy distinta a la última entrada, pero en el fondo la misma niña con intenciones de niña y sentimientos infantiles detrás de los ojos y del pecho. Claro que con un crío a cuestas que no ha sido nada fácil. 
Me siento distinta a las primeras entradas, las releo y muchas de las cosas ahí plasmadas desaparecieron como por arte de magia. Cosas que me atormentaban y me partían cada día se han esfumado como si en verdad nunca hubiesen estado ahí. Esta noche las miro por encima del hombro, me río de los peces de colores porque ya no me quebrantan. 
Cuando me miro en el espejo ya no veo esas imperfecciones que me mantenían en constante odio conmigo misma, ya no soy mi peor enemiga hace un rato y eso me ha dado un respiro necesario. 
No obstante, existen otros temores, otros huracanes que azotan con desdén lo poco que logré arrimarme a buen árbol. Hay otros miedos que considero hoy mis peores monstruos debajo de la cama, esperando que me destape la cara para torturarme. Y todos ellos tienen que ver con el nuevo rol que adquirí: hace un par de días se asomó de los labios del Sincero el primer MAMÁ.
Un balde de agua fría me recorrió de punta a punta y no pude más que quedar atónita ante tal esbozo. Tuve 7 meses para tratar de descifrarme en esa palabra, y siento que en vez de ese tiempo considerable más bien fueron una pocas horas entre Octubre y Mayo.
¿Cómo ser realmente digna de tal condecoración? ¿Cómo llevar esa insignia sintiendo de verdad orgullo por tal labor? Todavía me cubre un manto de miedo ante esos labios pequeños asignándome un nuevo nombre, un manto que me recuerda que tengo que llenar una representación tan etérea y a la vez tan palpable en la heredad.
Franco, desde la oscuridad de mi noche te escribo, esperando el momento oportuno para transmitirte todo mi amor, que es lo que más tengo para darte, tipeo estas letras como testimonio de lo único que tengo para ofrecerte desde que te supe, tengo la esperanza de que un día me leas y entiendas cuánto cambié y cuánto continúo mutando en pos de la necesidad, esa que me hace querer abrazarte y no soltarte hasta que quieras volar por ti mismo.
Y eso espero cada día, entregarte lo mejor para que en algún momento puedas encontrarte y entregarte a la vida.



P. D: dicha.