martes, 18 de octubre de 2016

Súplica de lo marchito

Tal como todas las temporadas
los pétalos de las olorosas menguan su porvenir,
inquietas, las rosas, no lo quieren permitir.

Se esfuerzan, cada otoño, para no estallar
tras ello las violáceas se burlan,
pero logran día con día hermosearse más.

¡Señor, tú que todo lo perdonas, todo lo haces,
permite que mi vida sea siempre una rosa!
¡Permite que pueda envolverme en un manto, preciosa!

¡Una súplica levanto, oh Dios de lo alto,
para que me permitas por una vez sentir
lo que no cura el llanto!

¡Lléname de pétalos los pechos, de rosado el vientre,
haz de mis caminos un jardín!
¡Cúrame, oh altísimo, del crudo invierno,
quita de mí esta pesada carga de cruento sino!

Fíjame a la espalda espinas, las más bellas,
que me recuerden, segundo a segundo
que la amargura quema...

Pon en la punta de los muslos las más finas,
las más rojas; pon en mi tallo su fragancia,
para que no deje de ser lozana...

Y vuélveme rosa fresca, que el rocío caiga por mis caderas,
borra todas las cadenas, llena de fulgor mi rosal podrido,
para que en él ya no exista el vacío...

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