las nubes regalando sus llantos delicados,
cubriendo cada espacio de lo que quedó sin decir,
llenando cada hebra de lo que parecía venir.
Gotas y gotitas que sin sentirlo, caían,
como escarcha de espumas sobre las sienes,
saltan, gritan, pero sin razón
escriben una larga y tenue canción.
Y juegan ese juego de volverse fuertes
y grandes, y por sentirse especiales caen en la pequeñez
¿Cómo pueden las gotitas tiernas
caer de revés?
Juegan infinitamente con el viento adulador,
que las mira, les guiña el ojo para engañarlas.
Y les dice: ¡soy su amigo, soy su hermano, acercaos!
mientras ellas, inocentemente, le buscan revoloteando.
Y cruel el viento las voltea, las gira y menea,
usa sus caderas para poner en ellas cadenas...
las direcciona, las maneja, las pone a danzar
y cruento final abierto al público les da.
Solo se escucha su canto, su melodía sin final
apartada de los cielos de donde provienen;
se escucha su explosión al tocar la tierra
que el viento embustero quiso adornar.
p.d: creo que por eso solo llueve como la gente una o dos veces en Santiago.
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