miércoles, 21 de mayo de 2014

Lo que le pasa a la primera lluvia de Santiago

Miré por la ventana la escarcha febril de la tarde,
las nubes regalando sus llantos delicados,
cubriendo cada espacio de lo que quedó sin decir,
llenando cada hebra de lo que parecía venir.

Gotas y gotitas que sin sentirlo, caían,
como escarcha de espumas sobre las sienes,
saltan, gritan, pero sin razón
escriben una larga y tenue canción.

Y juegan ese juego de volverse fuertes
y grandes, y por sentirse especiales caen en la pequeñez 
¿Cómo pueden las gotitas tiernas
caer de revés?

Juegan infinitamente con el viento adulador,
que las mira, les guiña el ojo para engañarlas.
Y les dice: ¡soy su amigo, soy su hermano, acercaos!
mientras ellas, inocentemente, le buscan revoloteando.

Y cruel el viento las voltea, las gira y menea,
usa sus caderas para poner en ellas cadenas...
las direcciona, las maneja, las pone a danzar
y cruento final abierto al público les da.

Solo se escucha su canto, su melodía sin final
apartada de los cielos de donde provienen;
se escucha su explosión al tocar la tierra
que el viento embustero quiso adornar.




p.d: creo que por eso solo llueve como la gente una o dos veces en Santiago.

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