No es la primera vez que te escribo, pero supongo que será la última [y así fue]. Cariño mío ¿dónde has estado? ¿a dónde te has ido? Te busco entre un mar de sombras que se alimentan de vagos recuerdos, te he buscado en todos esos amaneceres incontables que atraviesan mi ventana como espadas de doble filo. Me contaron que estabas recostado sobre el césped del parque Koke esperando, como si nada, que yo me arrimara a tu lado. Debiste haber soportado poco la agonía del tiempo.
Me contaron también que fuiste a la pérgola a escoger, de entre las flores más bellas, a la que más hermosura desbordara. Y la encontraste. Dicen que caminas con ella cada día, tomándole por el talle y acariciando suavemente sus violáceos pétalos. Sin duda elegiste lo que querías hace tiempo.
Hablan los pueblerinos que una alfombra dorada se extiende cada vez que caminas junto a tu flor por los caminos y que las mariposas te rodean a ti y a tu flor, con presto vuelo. La melodía del piano me contó que hace un par de meses llevaste a tu nueva adquisición y la sentaste a tu lado, en el sillón acolchado que tantas veces nos vio juntar las manos, para que escuchara la tonada que alguna vez quisiste enseñarme.
Es cierto; te quedaste con ella. Preferiste el fatídico envoltorio que seduce a tus cristalinos y profundos ojos, por los que este invierno no cesa de llover.
Tranquilo, amor mío, no es una carta para deprimirte, es simplemente el objeto con el que pretendo hacerte saber que, pase lo que pase, te espero.
Llegará el otoño y como siempre, se marchitarán las dalias, los cedrones y crisantemos. Olvidarás ese talle, que enmohecido, preferirá volver a la semilla para comenzar de nuevo, sin ti, y junto a ello, regresarás a mi lado, porque existe algo que ni en otoño ni en primavera se marchita; el dañino amor que siento no se recogerá con el viento, ni con el rayo potente del astro ancestral.Vuelve pronto."
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De regreso a Rancagua un lluvioso día de Julio
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