martes, 7 de febrero de 2012

Antes del primer rayo de sol

Mirémonos a los ojos
¿Qué es lo que tanto quieres esconderme?-me imploraste antes de salir por la puerta.


Tus aguas claras me aturden por completo al caer tu embrujo sobre mí y no veo más que el destello de tu iris.


Hipnotizas mi mirada con la tuya en un juego de colores que se vuelve casi imperceptible. Trato de mantenerme firme, pero esos ojos, ¡esos ojos me llaman, me incitan a acercarme!


Siento el calor de tu mejilla erizando la mía, el sabor que tu voz lleva a mi oído, susurrándome palabras genuinas, palabras agudas y llenas de honestidad.
Me dejo envolver por el primitivo aroma de tu cuello y sin quererlo trato de alojarme, como una nómade allí; mis manos encuentran las tuyas y es como si nunca hubiesen estado vacías, es como si nunca me hubieses faltado, como si siempre estuviesen unidas.


Al vaivén de la armonía que emana de nuestro corazón, me resisto a caer entre tus brazos, pero tu sonrisa imposibilita cada movimiento de mis huesos; cada fuerza que trato de imponer frente a tus llamados. Llevaste tus yemas a mi rostro y me hablaste bajito esas palabras mágicas, que finalmente me transportaron al éxtasis máximo. Me dijiste que me querías.
Y con ello, con ello todo se olvidó, con ello renació esta brisa que nos aproxima, finalmente, hasta nuestros labios. Un beso, una caricia, una verdad. Cielo, yo no te escondo nada, el que no quiera mirarte es sólo para impedirme a mí misma caer otra vez en ti, es sólo para no llegar tarde nuevamente a mi clase de Literatura Clásica- pensaba yo, mientras con tanto ahínco me abrazabas.


Y es que no puedo dejar de pensarte ahora [es inevitable pensarte], de sentir casi de memoria tus brazos fuertes sosteniéndome y dándome esa seguridad que solamente tú me das....






Amanecer Santiaguino


*No te imaginas cuanto te amo.

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