domingo, 27 de enero de 2019

2 AM

Son las dos de la mañana y mi cabeza me exige moverme. Despierta - me dice-.
Haciendo de la noche día, introduzco mis pies en la blandura achiporrada y me deslizo suavemente hacia la ventana. La brisa recorre mis caderas vacías, la luz intenta penetrar mis pupilas dilatadas, pero no puede: no hay espacio para ella. Já, luna infame - dice mi pequeño cerebro, que entre dormido y lúcido intenta conectarse-.
Deben ser las 2 de la mañana, porque el ángulo reflejado de las sombras es el que usualmente se encuentra a esa hora cuando despierto por el vaso de agua. ¡Vaso de agua! - me ordena una voz muy escondida en alguna parte - pero me resisto a obedecerle y permanezco quieta, desnuda, en la rápida oscuridad de enero febril. ¡Agua! - debes estar imitando a la Storni, dice la parte que se rehúsa a obedecer-
¡Agua, por favor! Insiste con todas sus fuerzas ese eco manipulador. Mis piernas comienzan a levitar hasta salir de la habitación, mis pasos emiten un zumbido mientras se arrastran y rozan el aire nocturno que comienza a rozar también mis nalgas. 
¡Agua! Se escucha cada vez más fuerte en mis oídos, mayor volumen, pero el brillo nulo: suena como si todavía estuviese intentando aprender a nadar. ¡Agua! Y mi ridículo cuerpo no reacciona, solo se dedica a ignorar el petitorio desgarrador de una lengua reseca.
Mi ser exterior se estremece orgánicamente con el hielo del cristal en forma de vaso que mis yemas sienten, hielo que recorre el vellón de mi piel erizada.
-Ahora devuélvete- me ordena furiosa mi mente enferma, en una pelea que claramente no estoy ganando ni por si acaso.
Camino sintiendo el piso frío y preguntándome qué quiere esta malcriada mía que se esconde y, cobardemente, me aborda mientras duermo. Llego a la habitación, vuelvo a la ventana. 
Algo me dice que si no despierto, esta lucha será eterna. Busco con todas mis fuerzas despertar entre los gritos de mi cabeza y las chispas eléctricas que comienza a emitir mi pelo chamuscado. 
Pronto, un sonido acuático me inunda, me encuentro vestida con el agua del vaso, mi mente se ha quedado callada, mi cabeza ha despertado. 

Y yo sigo mirando la luna por la ventana, como un ritual pagano.

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