martes, 23 de enero de 2018

Enero(s)

Ha sido un mes cálido, árido, más bien desértico. La arena se come mis tobillos, pantorrillas rellenas con grasa, me chupa el aliento sacado desde las rodillas. En la cabeza solo una planicie eterna escabulle la tibieza que mi madre intenta mostrarme, pero ella sabe que me hundo en el desierto (re) seco. Hay bocanadas desesperadas del aire tóxico que me persigue, ahogos solapados por una ternura imparable de mi gato, ronrroneo vibrador de pulmones. La vida me obliga a sobreponerme, a pesar del dolor óseo bien tedioso que me agobia, a pesar del apretón numeroso del esternón nervioso, aun cuando ya simplemente no tengo ganas. El corazón una fruta muerta pintada por un niño imitando las naturalezas discordes a la mía, las manos pasas de uva machacadas a pleno sol de mediodía. La corona reseca de tu pecho hiriente, con el pelo vuelto nudos de corbatas y serpientes; los labios meros restos de síes y noes en nota bemol. Me siento sola, ya estoy muerta.



P.d: mi puerta se abre a contratiempo.

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