miércoles, 7 de junio de 2017

3 semanas de cielo prematuro

No fue idea mía, no estuve loca, no fue un sueño ni fue una emoción pasajera: yo viví tres semanas en el cielo más puro y limpio que esta tierra agusanada puede alcanzar. No sentía nada al principio, todo fue muy natural y desapercibido, lleno de pega y trabajo al principio, sin mayores preguntas, ni menores respuestas, solo felicidad momentánea y sentimientos fuertes uno a uno luchando como dragones antes de cortarse las cabezas. Hubo un huracán en mi vida mientras visitaba ese cielo durante ese período tan corto, tan pausado, tan silencioso. 
La segunda semana llena de dudas, de sospechas, de consuelos nocturnos con la luz a medias, de calma y paciencia jugando contra la irrefrenabilidad del pensamiento, en una batalla campal contra la incertidumbre y la nada en mi ropa. No suena a cielo, pero sí lo estaba, ¡tienes que creerme! 
Por fin la tercera semana se asomó con el sol coronando la cordillera, la luz entrando por mis pupilas e intentando hacer crecer todo a su paso, llenando espinas dorsales, haciendo florecer la vida sin darme cuenta. Creció el pasto, aparecieron aves exóticas que nunca nadie ha reconocido ni nombrado, probé el néctar maravilloso de la madre tierra aprontándome a definiciones y pasos hermosos. Estuve en el cielo y la vida me decía desde el otro extremo "¡Sí, vívela, gózala, llénate de aire!". "Aquí estoy", susurró una vocecita muy pequeña, con calores burbujeantes, con sonrisa coqueta y con amarras sueltas en los pies. "Aquí estoy" como si fuera una despedida del paraíso azulado y pacífico en el que me encontraba. 
Yo estuve en el cielo por tres semanas, créeme, ese cielo lleno de amor y ternura, lleno de manitos que aprietan y de sonidos que alegran. Estuve tres semanas en el cielo, pero con los pies en la tierra. Y agradezco lo que ese cielo me dejó como enseñanza, agradezco lo que me entregó sin pedir nada a cambio, agradezco a Dios la dicha que sentí estando en el paraíso que no tenía siquiera nombre y la alegría cuando habiéndome dado cuenta sentí solo unos cuantos miserables y dichosos días armónicos. Gracias a ti por visitarme, gracias por hacerme entender tantas cosas sin siquiera conocerte, por elegirme de entre muchos/as para hacer este viaje. Siempre SIEMPRE llevaré en mi corazón y en mis recuerdos estas tres semanas en el cielo y nunca olvidaré el color del otoño caminando contigo, ni el sabor del agua cuando íbamos a beberla, ni el dulzor de mi voz cada vez que te nombraba. Me hiciste hermosa, me hiciste nueva, me mantuviste plena. Aquí estaré para cuando quieras visitarme nuevamente, solo prométeme que la próxima será eterna...

p.d: te siento conmigo <3 

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