lunes, 30 de marzo de 2015

Paradero

Él estaba sentado ahí, me miró y yo lo miré, hicimos contacto visual por 1/2 segundo y apartó su mirada como diciendo "-bah-", cual desilusionado de la visual incongruente a su octavo vicio. Traía una polera algo sudada por los 30º C que azotaban a la capital un viernes por la tarde. Yo miraba hacia el poniente, esperando la llegada del transporte que me conduciría a mis labores. Ella llegó junto a la anciana que sería su madre -supongo- y se sentaron al lado de él. Ella tenía una mirada limpia, cristalina de aguas verdes cuando la posó sobre su rostro. Noté cómo recorría una a una cada milésima de su cuerpo, con esos ojos candentes, miradas arreboladas que tan bien reconozco muchas veces en los espejos. Con un diestro movimiento tomó su cabello y lo soltó detrás de los hombros, en una muestra de coqueteo indirecto hacia él. Me di cuenta de que se pasó la mano por la frente, quitando unas gotas de agua que no sé si serían producto del calor externo o interno que traían esos ojos esmeraldados. Tocó su brazo con suavidad, para hacerle notar su presencia, pero, como no hubo respuesta, se puso de pie dejando notar su metro cincuenta de estatura y con ello tocó directamente la mano del joven sentado. "-¿Sabes si pasa la 516 por este paradero?-" dijo con ese timbre coqueto y profundo que usamos las mujeres para atraer a nuestra presa. "-Sí-" respondió él y por primera vez la miró a los ojos a través de sus lentes de sol tan onderos. Ella lo quedó mirando, esperando más que un simple "sí", y debajo de su polera me percaté de sus pezones endurecidos. Eran grandes y prominentes, pero se veían algo vírgenes y turgentes. "-¿Podría decirme la hora?-" le dijo, aún cuando ella traía un reloj en el antebrazo izquierdo, de esos de niños pequeños, siliconado y con una caricatura en el centro. "-Dos y cuarto-" le respondió, frío y cortante como si hubiera muerto. Pero ella no se rindió, y siguió insistiendo: "-Sabes, yo estudio por acá cerca, mi mamá me viene  buscar siempre, porque  no le gusta que yo me devuelva sola a la casa. Eres un lolo tú, ¿cuántos años tienes?-". "-23-", sin más ni menos respuesta. "-Ahhhh, sí, te ves jovencito, yo me veo chica, pero en realidad tengo 28 años, sí, 28, aunque nadie me cree nunca la edad, debe ser porque me veo bastante lola" enunció mientras se tocaba parte de su pecho abarrotado de esporas sexuales que se le escapaban en cada palabra. Fue directa, llegó al grano de una sola vez: "-oye, ¿tú tienes polola?-", Él la miró con cara de embrutecido, con esas muecas que solo hacen las personas cuando se creen superiores a otras, como los políticos cuando van a dar migajas a los pueblecitos aislados, como los profesores que te miran con cara de menosprecio, como ese paco pobre que te mira como si no tuviera problemas pa' comprar el pan igual que el resto de nosotros. "-Sí, tengo polola hace harto tiempo-" le respondió crudo y ácido. Ella lo miró con cara de desilusión, como la que él puso cuando me miró por ese 1/2 segundo cuando llegué, y, sin mayor hilván, comenzó a tocar el círculo prominente de su cintura, la curva poco armoniosa de sus pechos prominentes, sus caderas algo destartaladas, obsesiva en el afán de que él se diera cuenta de su gran atractivo. Y continuó: "-sabes, voy a celebrar mi cumpleaños, mi mamá me prometió que vamos a tener torta y bebidas y jugos, pero sin copete, el copete me apesta, ya me aburrí de él..."-, haciéndose la interesante,-"porque no puedo tomarlo con los medicamentos, lo que pasa es que tengo una enfermedad yo, se llama esquizofrenia, la conoces?-". Él hizo un gesto con la mano y la cabeza al mismo tiempo, como queriendo decir que no. "-A veces escucho gente, muchas voces y otras, solo una. Muchas veces veo gente muerta, me hablan de lo que pasará en el futuro, otras veces me veo a mí misma de frente, es raro sentirlo, pero lo bueno es que ya no es tanto como cuando tenía tu edad, ahí hasta se subían a la micro conmigo-" y comenzó a reír estrepitosamente, mostrando sus grandes encías, sus dientes careados y escupiendo un poco sobre la cara del joven sentado en el paradero. "-Pero ahora me bajaron la dosis de los medicamentos, esos que me hacían estar más gordita, ahora estoy flaca" y mientras lo decía, se mantenía con la mirada acalorada, con la cuadrilla de estimulaciones sobre su cósmica cintura hinchada, rozando de vez en cuando sus pezones tiesos tras esa polera estampada a monitos de colores, mostrando los dientes salidos hacia afuera que la hacían sesear tanto. Su madre la llamó por un nombre que no recuerdo, la hizo sentarse a enojos y entonces venía la micro. Ella lo miró enamorada hasta que él pudo alejarse lo más posible de ella sentándose al fondo de la micro oruga, llena de otras cabezas que nunca supieron que en el mundo a todos nos bombea la sangre, todos necesitamos el candor de las caricias en la soledad de nuestras vidas.


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