martes, 1 de enero de 2013

Confesiones de Año Nuevo

No sé si yo soy la fome o este Año Nuevo es pura patraña. Debe ser un poco de ambas.
La verdad quise dejar de lado la tónica que invade este espacio la mayor parte del tiempo para admitir que soy fome jajajaja.
La mayor parte del tiempo me consideré una persona callada y bien sumisa, pero creo que con lo de anoche me corono como la reina de la fomedad en persona. Cero ganas, cero felicidad, cero ganas de estar con gente a mi alrededor. Sí, me puse ermitaña parece.
Será la edad? Será todo el tiempo que ha pasado debajo de una vida corta y tramposa? Pucha, no sé. Me imagino que nunca fui la persona más divertida del mundo ni mucho menos, pero hoy en verdad me siento un fiasco. Dormir temprano, hacer todo lo que me dicen que está correcto o que obedezca cada vez que me piden algo simplemente me hizo llegar a un tope del cual me cuesta salir. Y pienso que las cosas deben cambiar rápido. Me estoy volviendo realmente, y como me dicen en la calle, una señora de tomo y lomo que hace las compras, que cocina y limpia, que se preocupa de los más chicos y que para variar luce como una.
Me falta la pura guagua y en verdad me quedarían plantados los 10 años que me echan encima siempre. Acá en Rancagua hace un calor insoportable, sufrible en cada grado Celsius que me irradia, el viento igual sopla y desde acá adentro se ve fresco; no obstante, no deseo sacar un pie fuera de mi casa. No quiero ver a la gente que quiero, no quiero tocar la guitarra, no quiero mirarme al espejo ni reírme. Se me acaba la vida y siento que se me va entre los dedos cada vez que recuerdo que estoy siempre más *allá que *acá. Tengo a mi mamá al lado, pero no quiero llenarla de mis lágrimas intolerantes y prefiero contenerlas, a pesar de que muchas veces lo único que quiero es dejar la cabeza sobre su regazo y llorar como si no hubiese un mañana (en realidad quién sabe!). Es raro mirarla y acordarme de todas las veces en que necesito desesperadamente de ella y de su compasión maternal, y ahora no querer recurrir a eso. Es extraño aguantar las lágrimas lo que más se pueda. Y no sé por qué, pero mi espíritu me lo ordena, me amenaza con la vergüenza cada vez que me acerco a ellos, por eso he dejado de mirarlos a los ojos, he dejado de hablarles con entrañeza, he admitido el sentimiento arisco y tenebroso en la mirada y practicamente causo más nausea que otras cosas. Solo quiero que este momento pase, que baje el calor para no sentir la fiebre tan ardiente y para que me saquen las compresas frías del pecho. Dicen que debo hacer reposo.-Quizás eso me tiene tan depresiva. Quizás el encierro de estas últimas semanas me ha hecho peor- y luego de eso, automáticamente, mi mente se da vuelta en una vorágine de ganas de vomitar muchas palabras, de ensuciar cada muro con un vómito lleno de querellas y de murciélagos guardados cinco mil años atrás. Después de esas ganas de vomitar me viene el arrepentimiento y el enojo por la lástima que me doy a mí misma. 
Armo toda una escena para que no me vean llorar por las contradicciones que me inundan. Logro zafarme la mayoría de las veces de las preguntas con mi actuación, con mi salida, pero hay veces en que me preguntan cosas y ahí tengo que hacerme la molesta, la enojada para que me dejen botar la tensión tranquila, lo que, estúpidamente, se convierte en otra contradicción al dejarme más tensa. Yo espero que este año se me quite todo este dolor que tengo atravesado en el pecho hace un par de años, espero que se me quite la culpa que siento al embaucar a mi familia en algo que nunca fue lo mío, que se me quite ese sentimiento asqueroso que me ata a convenciones tan pueriles y desdichadas, que se vaya lejos toda esa amargura que me ha dejado el no poder decir lo que siento. Por cierto, igual me siento culpable de haber escondido el espejo de mi hermana, me sentí casi como el protagonista del  Corazón Delator al ver ese...ese espejo mirándome día y noche y desafiándome a romperlo cada minuto. Lo sentía tan cerca, aunque estuviese en el fondo del sitio, aunque me escondiera en el granero, lo sentía rodeando mi cabeza con el reflejo en él. Cansancio, todavía no me saco de encima el estrés que me provocó la U, todavía siento culpa de haber dejado botada a Sincrónica, porque sé que podría haberlo pasado si me hubiese quedado en vela un par de días más. Extraño tanto tanto muchas cosas y muchos cosos*, extraño los abrazos refulgentes de tu mirada, la frescura de tu cara a contraluz, la fuerza de tus brazos entrelazando mi cintura. Me queda una sola vida y es la única en la que estoy segura no habrá decepción, por lo menos no de Ti. 
Admito que soy fome, lo admito. Pero también admito que puedo ser peor.

P.d: Hoy no hay post-datas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario