martes, 6 de enero de 2015

A tu lado

Me llegó desde la entrada del pueblo ese olorcito a madera recién pasada por el hacha, de maqui cortado de su mata y de tus manos pasadas a la manteca con la que amasas; la albahaca tan prolija y su aroma tan cortés me recuerdan siempre que vives en timidez, mezclando las bases de tus ajíes picantes pa'l pebre, inundando las narices de estornudos gratuitos. Y me cosquillean los ojos por las lágrimas de cebolla brotantes de las pestañas, esas, las que te gusta mantener lisas como tu mantequilla de campo. Traes ese verdor fresco de las fresias salvajes apostadas por el camino de palo, cuando da la vuelta hacia el lado de don Víctor. Esparciste el maíz y el afrecho a los animales, tomaste una gallina y la diste vuelta como por arte de magia. Cuando te tomé de las manos sentí las tersitud de los gatitos de la Chuchú y pareció atravesarme ese olor de la leche cortada y agria de los quesos cuando te lamentas tanto porque te quedan mal. En un festín de higos y albaricoques te encuentro, sentada  junto al fogón del horno em-panadero, y los dulces aromas de los palos del piñón me calientan las manos. Me invistaste a sentarme, a tomar la fresca debajo del parrón, a decirnos tanto sin emitir sonido y a envejecer juntas el sueño de que las cosas van a mejorar. Yo sé que sí, porque de tu corazón no salen mentiras.-Te quiero, Lila- pensé.



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